lunes, 23 de febrero de 2009

Message in a bottle. Letra del tema de The Police


Just a castaway.
An island lost at sea.
Another lonely day
With no one here but me.
More loneliness
Than any man could bear.
Rescue me before I fall into despair.

I'll send an SOS to the world.
I'll send an SOS to the world.
I hope that someone gets my
Message in a bottle.

A year has passed since I wrote my note
But I should have known this right from the start.
Only hope can keep me together.
Love can mend your life
But love can break your heart.

I'll send an SOS to the world.
I'll send an SOS to the world.
I hope that someone gets my
Message in a bottle.

Walked out this morning,
Don't believe what I saw.
A hundred billion bottles
Washed up on the shore.
Seems I'm not alone at being alone.
A hundred billion castaways
Looking for a home.


Dudo que como poesía alcance la perfección, pero la metáfora del naufrago solitario que arroja un pedido de socorro dentro de una botella y un día termina encontrando millones de botellas en las orillas de su isla me gusta. Creo que hace alusión a una idea inquietante pero verdadera. La idea de que todos nos encontramos solitarios y aislados dentro de nuestras mentes y solo a través del lenguaje (no me refiero solo a las palabras, sino tambien los gestos, los actos amorosos, el arte, etc, herramientas limitadas para dar cuenta del complejo mundo interno de cada uno) tendemos un puente con los demás. Un imperfecto y débil puente.

Disculpen si me pongo demasiado serio.

Mariano
Clown de las Palabras

sábado, 14 de febrero de 2009

Pregunta. Invitación.

¿Hay alguien a quien las canciones de Arjona les resulten empalagosas al punto de producir nauseas?

Estoy buscando gente con la que pueda tener afinidad aunque sea fruto de juicios negativos.

¡Escriban! A lo mejor somos muchos.
“Podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único" cantaba John.

domingo, 8 de febrero de 2009

Erikah Badu. La princesa de la musica negra



Si les gusta la música negra como el neo soul, el jazz y algunas cositas del hip hop (como condimento, no plato principal) , no se pierdan a Erikah Badu. Una cantante que recoje los elementos más exquisitos de los distintos subgéneros como los que mencioné. Además de tener una voz maravillosa es una intérprete sobresaliente. Cuando digo intérprete me refiero a una persona que además de saber cantar, tiene un carisma, un manejo de la expresividad que va más allá de lo musical. Si tienen acceso a alguna presentación en vivo de esta artista (el umplugged de MTV está buenisimo), van a ver de lo que estoy hablando. Todo lo que se presenta en escenario está meticulosamente diseñado en función de la belleza. Erikah además es linda. Pero todo lo que se genera alrededor de ella es sutil, con swing, ella canta con una onda increíble que prescinde de los excesos de virtuosismo en que incurren otras cantantes de la escuela negra (excesos que a veces terminan aburriendo). Erica canta lo justo, lo necesario, con cosas simples se logran altos niveles de belleza. ¿Para qué abusar de la técnica? ¿para que enredarse en escalas y gritos exagerados?
Erikah nos enseña que el buen gusto es austero y escoge lo mejor y solo lo imprescindible.


Mariano

Clown de las palabras

viernes, 6 de febrero de 2009

Freddie. Who Wants to Live Forever?




Hace varios años ( bastante antes de la muerte de Freddie) los escuchábamos bastante con mi hermano del medio. Fueron una banda que, aunque gran parte de lo que hacían era accesible al publico masivo, tenían una creatividad, una meticulosidad en los arreglos (los coros, por ejemplo), músicos excelentes y, por supuesto, el virtuoso cantante, histriónico líder (creo que nadie le gana en majestuosidad sobre el escenario, ante los miles que llenaban estadios), uno de los artistas más grandes que tuvo y tendrá el rock: Freddie Mercury.
No es que me gusten todos los temas. Además después de la muerte de Freddy no había una persona en el mundo que no tuviera un disco de Queen, o una remerita…Como si se tratara de una banda vulgar inflada por los medios... Bah, cualquiera está en su derecho de acercarse a ellos cuando quiera.
Tuvieron distintas etapas, desde la experimentación casi progresiva hasta la creación de hits. Pero todo lo que hacían tenía una calidad indiscutida. Si me apuran a señalar un disco imprescindible yo diría A night at the Opera. Pero habría que volver a escuchar todo para no ser injusto.

Se me ocurrió volver a escucharlos y escribir algo cortito porque hace poco pasaron un documental de aquel recital en tributo a Freddie (y de paso para concientizar sobre el HIV), donde participaron grandes artistas. Escuchar a todos esos talentosos hablar de la admiración y el respeto que tenían hacia Fredie y el resto de Queen , verlos y oirlos cantar los temas de la banda me resultó muy emocionante, snif. La versión de Under Pressure que hiceron Annie Lennox y D. Bowie, la excelente interpretación de Some Body To Love de George Michael, la graciosa y encantadora Lisa Stansfield… etc. ¿Me estaré volviendo medio gay? Mejor me voy corriendo a ver “Fútbol de primera” o algo así, bien de machos.
En fin. Cuando muere joven un genio como Mercury, uno tiende a perder la fe.

Mariano

Clown de las Palabras

Rapsodia Bohemia. Todo X 2 $

miércoles, 4 de febrero de 2009

Abbey Road de los Beatles (ficción)


Un relato que cuenta la experiencia de una banda argentina que toca en vivo el disco Abbey Road. Disco que no fue tocado en vivo por sus creadores.

"...Existían en Argentina bandas que hacían “covers” de los Beatles. Pero la mayoría se dedicaba a tocar una serie de hits, lugares comunes de la obra de la legendaria banda. Nosotros por el contrario nos habíamos concentrado en un disco en particular, que no estaba exento de complejidades.
Unas semanas antes de tocar preparamos un afiche que consistía en un dibujo de los cuatro de Liverpool que habíamos sacado de un conocido libro de ilustraciones inspiradas en las letras del grupo y la leyenda “Abbey Road por el grupo Alquimia” (así nos llamábamos por decisión de Daniel, que había tomado el nombre de una agrupación de la que había formado parte en los setenta, llegando a grabar un LP para la companía CBS)
Pegamos varios carteles en el centro, informamos a algunas radios, al diario local. Confiábamos suscitar el interés de los entendidos. Quien nos fuera a ver, debía conocer el disco que íbamos a interpretar, o al menos tener una referencia del mismo. Nuestra pretensión era ambiciosa. Gran parte de la población tendría un conocimiento de la obra de los Beatles, de ellos habría una porción que les gustaba el grupo (principalmente las canciones más conocidas). Nosotros confiábamos en atraer a aquella reducida cantidad de personas que, conociendo la obra, sentiría curiosidad por escuchar Abbey Road en manos de un grupo desconocido, estuviera dispuesta a asistir al recital y pagar por ello.

La Gran Noche llegó. Habíamos contratado un sonidista conocido de Daniel, que había traído equipos acordes con el tamaño del lugar, que no podía albergar más de cien personas. Había mesas para los que llegaran más temprano, y espacio para bastante gente parada.
Armamos el escenario desde las ocho a las nueve menos cuarto. Enseguida probamos sonido. Es impresionante como cambia la percepción de todo cuando se pasa de tocar en un ensayo a hacerlo con la amplificación de un sistema de sonido. Todos los instrumentos y las voces ganan una dimensión distinta y potente. Cuesta un poco adaptarse a la experiencia del escenario.
Una vez que todo estaba listo, decidimos sentarnos en una mesa y comer una pizza, esperando el arribo del público.
A eso de las diez cayó una pareja que promediaba los cuarenta años. Después cayo Cintia (que se avino a concurrir después de una leve resistencia, quizás motivada por la intriga en conocer porqué yo ponía tanto empeño en esta empresa). Trajo con ella unas amigas. Me acerqué a saludarlas. Cintia me dio un beso frío, insistiendo con su actitud desaprobadora.
Mis amigos del secundario llegaron y ocuparon una mesa. Se comportaban bulliciosamente. Así fue cayendo gente de todos lados. Quizás el hecho de que el boliche estuviera en el circuito nocturno ayudó a que asistieran algunos habitués. El show estaba anunciado para las once pero se retrasó porque seguía llegando gente. Once y media subimos al escenario. Nos encontrábamos ante unas sesenta personas de todas las edades: familias, parejas de jóvenes, grupos de amigos de más de cincuenta años de edad, estudiantes de música: de todo
No pronunciamos ninguna palabra preliminar. El palillo del baterista contó cuatro y arrancamos con la potente base de “Come Toghether”. Se oyeron aplausos desde distintos lados: la magia beatle comenzó a hacer mella en el público. Tocamos sin pausa todos los temas del disco que salían uno atrás de otros con la seguridad que se adquiere en el estudio y el ensayo (con una mínima cantidad de errores). Los ruegos gritados de “Oh Darling”estuvieron a cargo del certero falsete de Daniel, luego vino la alegría primaveral de “Here Comes the Sun” . Al terminar el delicado arreglo coral de “Because”, la luz se cortó y escuchamos, junto al “uuuuh” que expresaba la decepción de la gente, aplausos en la oscuridad. Pasó un minuto y los aplausos fueron ganando un ritmo como reclamando la continuidad del show. Los que estábamos sobre el escenario nos quedamos quietos y tratamos de divisar las acciones de los que manejaban el boliche. La oscuridad le dio un toque de suspenso a la noche. Se oían silbidos de impaciencia y con el marco de la luz de luna que entraba por las ventanas se podían ver las inquietas figuras de quienes trataban de solucionar el imprevisto. De repente sentí un fuerte golpe en la cabeza. Amparado en la oscuridad, algún psicópata infiltrado había aprovechado la ocasión para arrojar una botella que me golpeó la cabeza. No me dolió tanto el golpe. En seguida sentí una tibia gota de sangre caer por mi frente. La fiesta Beatle se había convertido para mí en un feroz show de punk. Puteando por la imposibilidad de detectar al autor del atentado, bajé del escenario para solicitar asistencia por parte de los que manejaban el bar. Una moza comprendió inmediatamente mi situación y hurgó debajo del mostrador de donde extrajo gasa, un cicatrizante y un pomo de “la gotita”. A la luz de una vela que ardía sobre el mostrador se las arregló para esterilizar la herida que, según mi improvisada enfermera, no alcanzaba un centímetro de largo. Una vez detenida la hemorragia, con asombrosa destreza cerró la herida con el pegamento. “Ya está” dijo. Volví a mi lugar en el escenario un tanto perplejo por lo absurdo de la situación, pero sin desmoralizarme.
Arbitrariamente, como se había ido, la luz regresó. La gente manifestó de diversas maneras un gran entusiasmo. Esto nos dio mayor confianza; la preocupación por ser precisos y afinados del comienzo del show se fue transformando en un goce algo narcisista. Probamos que todos los instrumentos sonaran y acometimos sin interrupción la sucesión de temas enganchados que partían de “You never give me your Money”: la calma austera de “Sun King”, un par de rocanroles(“Polytheme Pan” y “She Came in trough the batroom Window”), la belleza orquestal de “Golden Slumbers”en la que yo debía arreglármelas para cantar respetando los cambios de intensidad y matices del tema.
El recital se ajustó con fidelidad al orden, las formas y arreglos del disco original. En la recta final estuvieron los solos de batería y guitarra que terminarían en el coralmente conclusivo “The end”.
La sensación de estar tocando esos temas clásicos y sentir que el publico los disfrutaba me producía una carga emotiva, la sensación de sentirme parte del linaje de músicos que honrarían la obra maravillosa de los Beatles, de repetir un ritual atávico (hacer música frente al público), de cumplir la tarea después de sortear los desafíos que había presentado, de cantar (con el efecto liberador que produce esta acción). Se sucedían síntomas de la profundidad emocional que me embargaba: “piel de gallina”, corazón acelerado, sudor, euforia. En el final de la tarea, se recogió un fruto preciado: el aplauso y los gestos de aprobación del público. La mayoría de los sentados en las mesas se paró para aplaudir.
Una mujer mayor que estaba sentada en una mesa cercana al escenario y había venido con un chico de unos diez años se acercó a mi con lágrimas en los ojos “Gracias” me dijo “no saben lo que significa para mi haberlos escuchado con mi nieto”. Ahí comprendí que quizás habíamos llegado a tocar esa huella emotiva que deja la música de los Beatles, especialmente en los que vivieron su juventud escuchándola, habiendo sido contemporáneos de aquel fenómeno de la música popular que había conmovido a occidente, inspirado emprendimientos roqueros en nuestro país, otorgando sentido a muchos jóvenes.
Uno puede cuestionar el fenómeno por foráneo, por haber sido potenciado por la industria cultural y por lo tanto haber sido mediado por grandes negocios. Pero la belleza de las composiciones y arreglos (que no eran puestos en duda por un músico “académico” como Daniel), la catarsis de placer que se produce entre el músico y el publico, el efecto de reactivar la memoria de un pasado que atesoraba fuertes significados para muchos de los oyentes, etc, justificaban con creces nuestra aventura artística.

Como suele pasar con las empresas roqueras a esta reducida escala, el balance económico resulto negativo. No ganamos ni siquiera dinero suficiente para pagarle al sonidista. Daniel se hizo cargo de los gastos e incluso nos ofreció dinero de su bolsillo a modo de compensación que yo de ninguna manera acepté. Para mí, la gesta de Daniel había consistido una experiencia enriquecedora y placentera. Siempre me sentí afortunado de haber sido elegido para ser parte de ella..."

Mariano

Clown de las palabras