jueves, 30 de julio de 2009

Los fundamentos ingenuos del rock (ficción)





Las fantasías de un roquero independiente en los 90´

"Había conseguido músicos para echar a andar el proyecto del trío. Había conseguido un instrumento que me resultaba apropiado para el tipo de rock que quería hacer. En aquellos días un gran entusiasmo se apoderó de mí. Componía temas, planeaba estrategias de promoción de la banda, me quedaba hasta tarde tocando el bajo.
Mi vida se desordenó un poco. Llegaba tarde y mal dormido a la zapatería, donde cometía errores como confundir los talles o modelos de zapatos que me pedían las clientas. Mi jefe llegó a llamarme la atención. En esa época no hacían falta muchas reprimendas. La amenaza de quedar sin trabajo era suficiente para disciplinar a los que teníamos el privilegio de tener uno.
La inminencia de hacer realidad mi sueño roquero desencadenaba cavilaciones y fantasías. En sus comienzos, fantaseaba con tener éxito: alcanzar fama, lograr que mucho público nos siguiera, grabar discos, llevar nuestras canciones a las radios, etc. Pero poco a poco mis pies fueron bajando a la tierra. Me resultaban indignas las concesiones al circo mediático, a la frivolidad farandulesca, que hacían las bandas para mantener la popularidad. Salvo exepciones contadas con los dedos de una mano, los roqueros terminaban actuando como vedettes. Aún aquellos con discurso rebelde dependían de las reglas que las vidrieras mediáticas imponían.
Yo no quería eso para mí. El star sistem argentino me parecía una berretada: era “La grasa de las capitales” de Seru Giran en su momento; “La Bestia Pop” de que hablaba Solari. Los valores que yo le atribuía al rock autentico me resultaban contradictorios con la maquinaria comercial que se montaba alrededor de las bandas exitosas. Bandas que debían incurrir en lugares comunes y concesiones a los gustos más masivos (por lo tanto más vulgares). Yo tenía un orgullo extremadamente exigente e idealista. Acaso ingenuo e inmaduro, visto desde ahora. La meta no estaba en la fama, de eso estaba convencido.
De manera que tuve que encontrar un fundamento alternativo ¿Qué sentido tenía hacer rock?
La mayoría de la gente hace las cosas porque sí, porque es lo debido, o es lo que le tocó, o porque es lo que le gusta, por tradición, etc. Hay unas pocas criaturas enfermizas que precisan determinar un fundamento para todo. Yo padezco ese mal que me lleva a largas cavilaciones obsesivas y estériles.
¿Qué sentido tenía hacer rock? En vez de contestarme “Porque se me canta”, con obsesión fui hurgando en mi interior en busca de una respuesta y fui estableciendo los cimientos sobre los que mi banda pudiera edificarse. Ya no se trataba de ganar los brillos de la popularidad. Ahora formar una banda era una manera de expresar, de sacar al exterior el producto del deseo de crear. Hacer rock era actuar dentro de un género popular que estaba a mi alcance, que no exigía necesariamente un elevado virtuosismo, que combinaba letras y música, que tenía un efecto exorcisante; era una manifestación de la vida que se me antojaba cercana a la libertad. Pero además yo había elegido hacer un tipo de música que esquivaba los condicionamientos de la moda, que tenía sus referencias en el pasado. Se trataba de alguna manera de convertirse en herederos y honrar a los pioneros; volverse parte de un linaje; de retomar los códigos de aquellas cosas bellas que las bandas de fines de los sesenta y principios de los setenta habían creado, no solo en la cuna angloparlante del género, también en la rica historia roquera de nuestro país. En definitiva, había dos elementos. Un ingrediente era el deseo de crear y el otro una forma de honrar el pasado, la historia del género. Esto último no se trataba de una caprichosa actitud nostálgica. Encontraba una genuina experimentación estética, una riqueza expresiva en las bandas de la época referida que no era frecuente ver en las bandas del momento, más fieles al marketing y a las reglas televisivas que a la honesta creatividad."

Mariano
Clown de las palabras

PD: No se porqué recordé el título del primer disco solista de Solari: "El tesoro de los inocentes". Quizás porque el personaje de la narración pretende una coerencia y una honesta autenticidad acorde con la inocencia de los públicos del rock que esperan algo genuino de las bandas que siguen. Esos "santos en remera" de los que habla Mollo. Esos pibes de barrios humildes; que laburan de cualquier cosa y así van juntando para la entrada del recital. Los pibes y pibas de jeans y zapatillas baratas, con piercings y tatuajes; de cervezas en esquinas; jovenes que creen en el rock, que les regala una fiesta y una identidad; que no creen ni en los políticos ni en los profesores ni en los curas; jovenes que son antihipócritas por naturaleza y creen que en las letras y la actitud roquera hay una nobleza y una verdad sincera que puede ser descifrada. Por eso interpretan las letras, hacen circular los mitos y así tejen ideas y destilan el universo roquero extrayendo un sentido.

Organización Independiente. Fantasía roquera (ficción)



Este es un pedazo de narración donde se retrata alguien que quiere hacer rock "autentico" en los noventa.

"Con la banda casi lista para tocar, tomé la iniciativa de organizar el primer recital. Inspirado por el ideal de actuar en forma independiente, elegí un club de barrio cuyo presidente era conocido mío, y me dispuse a preparar el evento en ese ámbito. Buscaba una manera de esquivar las condiciones que los pubs solían imponer a las bandas. Condiciones económicas y limitaciones estéticas. Era algo que me habían contado algunos músicos con experiencia que yo conocía. Los dueños de los bares, aprovechándose de la vocación de los músicos por presentarse en vivo y la existencia de muchas bandas, solían quedarse con casi toda la ganancia que generaban los shows, dejando sobre las espaldas de los músicos los costos, como los gastos en fletes y lo que se gastaba en sonido. Pero además, a menos que tuvieras una banda muy popular o prestigiosa, las fechas que te ofrecían para tocar en sus escenarios eran días nefastos, como cuando la mañana después del show era día laborable o fechas a fin de mes, cuando nadie tenía un mango, lo cual afectaba negativamente sobre la convocatoria de público. Pero no era un problema de guita. La idea de actuar independientemente implicaba libertad artística: se podía montar una escenografía si queríamos, tocar el tiempo que quisiéramos, no nos veríamos obligados a amoldarnos a los gustos de audiencias vulgares ( y tocar hits, por ejemplo). Yo había acuñado una serie de ideales al respecto. La independencia organizativa, creía yo, consistía en crear las condiciones de la libertad expresiva. Estas convicciones provenían de diversas fuentes: la impronta de los Redondos me había influido, mis fantasías pseudo-contraculturales, la ambición de máxima libertad artística, etc, etc. Toda una urdimbre de ideas honestas y orgullosas. Ideas con las que no logré persuadir a mis compañeros; a quienes les resultaba indiferente todo eso y se desentendieron de la organización.
Yo estaba convencido ciegamente del camino que debíamos tomar y, con irracional entusiasmo, decidí encargarme de todos los detalles del evento, desde el sonido hasta la participación de otros artistas. Casi todo yo solo. Una locura .Cargar sobre mis hombros toda la responsabilidad de la organización independiente era un esfuerzo voluntarista e ingenuo destinado al fracaso. Pero ¿para qué es uno joven sino para hacer esfuerzos voluntaristas e ingenuos destinados al fracaso?"