Un fragmento de ficción que es también un secreto homenaje para un grán músico, una persona noble y generosa que tengo el privilegio de conocer.
"Quizás a fines de 1992 conocí a Daniel, un músico académico, concertista de guitarra quien, con mente abierta, valoraba el buen pop (cuyo paradigma para él, como para tantos, eran los Beatles) al que consideraba un género capaz de lograr obras bellas - hasta complejas- a partir del concurso armonioso de un conjunto de operaciones simples. Yo estaba ensayando en uno de mis primeros grupos y él me oyó tocar el bajo y cantar. A su juicio eso representaba una destreza valiosa: los bajistas eran relativamente escasos; y pocos de ellos eran capaces de cantar afinadamente al tiempo que tocaban. “te voy a llamar para algún proyecto” me dijo aquel día.
Cuando alguien me contó lo groso que era como músico descreí de su promesa. ¿Qué podía aportarle yo a un músico académico?
Una noche de abril de 1993, Daniel me llamó por teléfono a la casa de mi madre, donde vivía yo en ese momento; era el comienzo de mi relación con él. Me invitó a su casa diciéndome que tenía una propuesta para mí. Con curiosidad me comprometí a asistir al encuentro.
Su casa era grande y de una arquitectura moderna. El estudio donde me recibió estaba lleno de instrumentos musicales, carpetas cuidadosamente ordenadas, casetes, atriles y equipos de amplificación. Sobre la mesa había unas hojas sueltas con anotaciones de una caligrafía apenas legible, dibujos y garabatos ininteligibles que con el tiempo yo llegaría a descubrir que se trataban de los esquemas con los que Daniel ordenaba su mundo.
De inmediato me sorprendió la personalidad de Daniel. Hablaba de un modo críptico, utilizando metáforas que – como llegaría a entender- no perseguían un valor poético, sino que estaban al servicio de optimizar la eficacia comunicativa del lenguaje. A través de esos recursos retóricos lograba trasmitir ideas originales y complejas o ilustrar alguna noción. “La música es como el ping pong: vos le tiras la pelotita al publico y el publico te la devuelve. Se la tiras, te la devuelve. Ahora, si el publico te tira la pelotita y vos le pegás con violencia y se la tiras a la mierda una, dos, tres veces ... eso no funciona” decía, por ejemplo, para manifestar su reprobación hacia los compositores y arregladores que en busca de la originalidad, desdeñaban los códigos, transgredían las reglas de la armonía y contrapunto con resultados oscuros, de dudoso valor. Siempre usaba este tipo de lenguaje metafórico, metonímico, un tanto difícil de desentrañar. Otro ejemplo: “vas a tomar el micro y tenés un billete de cien dólares...pero no tenés monedas: te quedás a pata” decía para ilustrar la idea de que a veces la sobreabundancia de recursos resulta estéril si uno va a encarar algo que requiere simpleza y austeridad.
Al hablar, Daniel sometía a su interlocutor a un uso del tiempo curioso y arbitrario. En medio de una frase, Daniel repentinamente callaba y extraviaba la mirada, como si súbitamente se hubiera sumergido en una profunda introspección. La pausa podía durar más de un minuto. A veces resultaba incómodo y obligaba a darle un pie para que continuara, recurso que no siempre lograba su cometido. De esta manera, era complicado mantener un diálogo fluído con Daniel; nuestras conversaciones, recordadas desde ahora eran bastante insólitas: yo me empeñaba en buscar las palabras y las frases correctas hasta caer en la petulancia; él describiendo imágenes, figuras y gestualidades estrafalarias; con sus repentinos y silenciosos trances.
A medida que lo fui conociendo terminé familiarizándome con su manera de hablar, captando sus códigos, disfrutando de su agudo sentido del humor. Aprendí a valorar toda esa extravagancia, el producto de una mente creativa e inteligente.
Estas características peculiares hacían que algunos lo consideraran "anormal", que dudaran de su sano juicio. Así de profundo piensan algunas personas "normales"... ponen una etiqueta que descalifica y continúan con sus apasionantes vidas "normales".
Si Daniel se salía de lo “normal” era, en todo caso, por ser un verdadro artista que estaba consagrado a su vocación. Tenía una enorme capacidad de trabajar y producir, era profesor del conservatorio, daba clases particulares de guitarra, se la pasaba haciendo arreglos de obras propias y originales, llevaba adelante proyectos artísticos ambiciosos. ¿Cuántas personas “normales” podían mostrarse tan sanamente prolíficos y vigorosos, tan apasionados por la actividad artística, tan creativos y estudiosos?
Daniel era, en todo caso, un tanto excéntrico y punto. Un artista auténtico y excelente"
Mariano
Payaso de las palabras